Realmente sé que no estoy loco; pero reconozco que he perdido la cabeza. El NORTE de mi rosa de los vientos voló tan lejos, que se perdió en lo más oscuro de un agujero cósmico. Caí en una espiral de caos, donde arriba es derecha y el centro fue mi perdición. Todo se volvió un sinsentido; la pasión por respirar se convirtió en solo una acción de pura sobrevivencia.
Pensar se convierte en una sentencia que machaca el presente y lo convierte en un tiovivo de pesadillas que giran con el simple sentido de volverte un títere sin corazón, una marioneta con el alma tan contaminada que pesa como plomo; y te van hundiendo, te engulle sin piedad a un inframundo lleno de adjetivos tan descalificativos que te van secando como una bacaladilla envuelta en sal.
Y sin embargo, en medio de esta grieta, a veces siento un eco, una chispa minúscula, una pregunta que retumba más fuerte que el ruido del vacío: ¿qué hay más allá de esta caída? ¿Puede la oscuridad ser solo un túnel hacia una luz que todavía no alcanzo a ver?
No sé cuándo ni cómo, pero sé que esta caída no puede ser eterna. Quiero buscar, entender y quizás, solo quizás, coser esta herida con hilos de paciencia y valentía. Porque aunque el raciocinio corto no entienda el sentido, mi alma sabe que en el fondo de esta tormenta, algo está por nacer.
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